Mi última entrada

El 2 de junio, mi compañera y yo decidimos que estábamos hartas de quedarnos en casa mientras hacia un tiempo fenomenal. Desafortunadamente, Sevilla no tiene playa, así que tuvimos que elegir otra destinación. Después de investigar, nos dimos cuenta de que el tiempo en Cádiz, el cual fue nuestra primera opción, no iba a ser tan bueno. Debido a eso, comenzamos a mirar hacia Huelva y nos encontramos con Matalascañas, la playa más cercana a Sevilla. En un segundo, ya teníamos los billetes que nos informaban que viajábamos el día siguiente.

La mañana del 3 de julio fue otro cachondeo. Entre las dos pensábamos que teníamos más tiempo de lo que necesitábamos. Error. Entre despertarnos tarde y tener que ir de un lado para otro, casi no llegamos a tiempo. El plan era coger dos autobuses, el último nos dejaba exactamente enfrente de la estación de Plaza de Armas. Sin embargo, debido a que se estaba haciendo tarde, nos montamos en un taxi que, que, por suerte, estaba parado enfrente de la parada de autobús en el barrio de Los Pajaritos. Llegamos justo a tiempo y nos pudimos montar en el autobús. El trayecto fue muy tranquilo y no tardamos mucho en llegar.

Ese día, en Matalascañas, no había una gran cantidad de gente, lo cual me sorprendió, ya que hacía un tiempo fenomenal. Mi compañera y yo decidimos alquilar unas hamacas, ya que seria mejor que tirarnos en el suelo con toda la arena. De vez en cuando, cuando queríamos meternos en el mar, una mujer muy simpática, que se encontraba al lado de nosotras, nos cuidaba las cosas. Estuvimos tiradas en la playa hasta las cuatro, ya que teníamos hambre. Nos cambiamos y elegimos un chiringuito, en frente del mar, para sentarnos y comer. La comida estaba deliciosa y el camarero era tan simpático. Supongo que le caímos bien, ya que nos dio un chupito antes de irnos. Al pagar, ya eran las cinco y media, así que decidimos volver a la parada de autobús, ya que nos venían a recoger a las seis. Estuvimos esperando unos veinte minutos hasta que llegó el autobús y, finalmente, regresamos devuelta a Sevilla.

Los días siguientes, permanecí en casa, encerrada en mi cuarto, estudiando para mi último examen el 6 de junio. Esta asignatura me costaba mucho, ya que tiene que ver con analizar diferentes tipos de textos y, desafortunadamente, nunca se me ha dado bien. Asique, el día del examen fue horroroso. La primera parte me salió mejor de lo que me esperaba. Hablé con otros estudiantes y parecía que teníamos lo mismo. Sin embargo, la ultima parte, la cual era analizar dos textos pequeños, me salió fatal. No obstante, salí contenta, ya que era el último examen.

El 7 de junio fue una pesadilla, ya que me desperté con una reacción por todas mis dos manos. Durante bastante tiempo, había estado notando unas pintitas rojas aparecer sobre mis manos, pero no le eché cuenta. Hasta que me levanté con las manos hinchadas, rojas y ardiendo. Me entró un pánico y me aconsejó mi tía ir al médico. Ahí, me comentaron que parecía ser una reacción alérgica o una quemadura química. Me dio una crema, la cual debo usar todos los días y si no se me pasa debo ir urgentemente al médico. Con eso, volví a casa.

El 8 de junio volví devuelta a Londres. Al entrar en el avión, me puse a pensar lo tonta que fui por estresarme sobre el año en España y lo rápido que ha pasado. Jamás me olvidaré de esta experiencia.

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