Al principio de abril fui a Alicante. He oído que la ciudad es preciosa, no está tan lejos de Valencia y por eso era ideal para hacer un viaje de un día. Cogí el tren para llegar allí – aunque los billetes no suelen ser baratos en España, en mi opinión pagó un buen precio. Ahí me encontré con dos chicas de Dinamarca – María y Nina. Nos habíamos conocido en el viaje a Andalusía hace más o menos un mes. Ellas son también Erasmus y este semester estudian en Alicante. Nos hemos acordado que si alguna vez yo vendría a Alicante, o ellas a Valencia, nos reuniríamos. Al principio pensé que solo íbamos a comer o tomar un café, pero terminamos pasando todo el día juntas y ellas me mostraron todos los lugares de interés. Nos encontramos en frente del Mercado Central. Desafortunadamente, estaba cerrado porque era domingo y por eso, en lugar del mercado, fuimos al Museo de arte contemporáneo. A Nina le gusta pintar y tiene mucho talento. Viendo las obras hablamos de arte y me encantó escuchar sobre las diferentes técnicas desde un punto de vista de una artista.
Más tarde, las chicas me llevaron al sitio más conocido de Alicante – el Castillo de Santa Barbara. Después de subir la montaña dónde está ubicado, fuimos ofrecidas unas vistas hermosas de toda la ciudad, incluso el mar y las playas. Decidimos a dar un paseo en una de las playas – El Postiguet. Prácticamente al lado se encuentra La Explanada de España. Es un paseo largo con suelo de mosaico que se parece a las olas. Ambos lugares serían ideales para sentarse un rato, tomar algo o comer, pero como no tenía mucho tiempo para coger el tren a casa (y también queríamos ahorrar dinero), compramos las ingredientes para cocinar una cena y fuimos a la case de María. Ella vive en el centro, en un edificio de gran altura en la planta 14. Una pared de su habitación es prácticamente solo una ventana grande con vistas maravillosas del castillo y la Plaza de toros con su arena redonda. Pensé que ibamos a comer allí, pero ella nos llevó al balcón al techo del edificio. No sé como es posible esto, pero las vistas eran aún más hermosas. Mientras comíamos, vimos el atardecer. Luego tuve que correr a la estanción de trenes para llegar a tiempo, pero valió la pena.
El tren estaba lleno de jóvenes con maletas, algunos incluso sentados en el suelo. Probablemente eran estudiantes universitarios llegando a Valencia después del fin de semana en casa. Yo estaba cansada, sudorosa, leyendo el libro “Los mares del sur” que tengo que leer para mi clase, pero muy contenta. La verdad es que necesité un día como este desde hace algún tiempo.
El Mercado central
Las vistas desde el balcón al techo
El Castillo de Santa Barbara
La Explanada de España